LA LOBERA DE GREDOS
V. Ernesto López Vinader
V. Ernesto López Vinader
Aquél día amaneció diferente,
la luz se intensificó
y nacieron colores cálidos,
suaves, ardientes, aterciopelados.
Buscamos el escondido río
por las empinadas laderas,
siguiendo su rumor.
No llegamos a él pero a nuestro paso
cogimos frutos de los árboles:
Membrillos; Granadas;
Castañas; Higos; Madroños;
Manzanas...
Castañas; Higos; Madroños;
Manzanas...
A nuestra vuelta
guardamos algunos y compartimos otros.
El efecto de los madroños
en uno de nuestros entrañables amigos
resultó como el hollejo de la uva a las gallinas.
Solo que en esta ocasión
su simpatía contagió al grupo de humor
y divertimento.
Se bailó, se cantó
y se descubrieron nuevas facetas en amigos e invitados.
Hasta que el reo le rompió al -jues- sus dientes;
Los pegó con pegamín, que por cierto estaba -güeno-
Y con su misma dentadura:
Lo mató;
Lo degolló;
Y le cortó la - yugulá-
Mi lágrima corrió compartida
con la de mi admirada amiga
y compañera de asiento,
cuando la garganta rota por la emoción
hizo callar la guitarra.
Después, cuando el suave Sol
de la tarde nos acariciaba,
y nuestros recuerdos
hacían dolorosa la partida,
pusimos rumbo a la rutina.
con la de mi admirada amiga
y compañera de asiento,
cuando la garganta rota por la emoción
hizo callar la guitarra.
Después, cuando el suave Sol
de la tarde nos acariciaba,
y nuestros recuerdos
hacían dolorosa la partida,
pusimos rumbo a la rutina.
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